Relato Femdom - El pringado -

jueves, octubre 12, 2017
Era la primera vez que iba a acudir a una Dómina real y, sinceramente, estaba cagado.
Por si fuera poco, cogí un avión para ir hasta Canarias. No tenía suficiente con no saber a qué me iba a exponer si no que, además, me metí un par de horas de vuelo que no acompañaron.

Total, que llegué a Canarias a la hora estimada, fui al hotel a darme una ducha para quitarme el sudor frío del vuelo y de paso picar algo.
Seré honesto: mientras me daba la ducha, notando el agua caliente, sentí la tentación de masturbarme y acabar con esa locura que estaba a punto de hacer. No lo hice, pensé que mi voluntad una vez tomado ese camino, iba a depender de la que iba a ser mi Ama. Sin más dilación, me vestí y me fui al lugar que me dijo (supuestamente, su casa).

Llamé a su puerta, nervioso hasta los límites, y me abrió junto con una amiga. Ambas se estaban partiendo el culo, y solo escuché decir a la desconocida algo así como ''¿este es?''. Tras la afirmación de mi Ama, se fue, y me hizo entrar.

Si, estaba dentro, era su casa. Me mira de arriba a abajo con una media sonrisa que me da a entender algo así como que soy uno más. Uno de mil de los que ella tiene que tener, porque lo que yo estaba pensando es que tenía a la perfección hecha mujer delante de mí.
No me dijo nada, me señaló con su dedo índice sus pies, calzados en unas sandalias, y yo me agaché y empecé a lamer sin saber muy bien si estaba haciendo bien. La imagen que me venía a la mente era morbosa, excitante. Yo, un hombre que se creía el mejor en todo, mirando al suelo, a cuatro patas, mientras ella estaba de pie ''gobernando'' la situación.

A los cinco minutos ya pude escuchar, por fin, su encantador acento canario. Me dijo que estaba harta de estar de pie, así que se sentó en el sofá, se quitó las sandalias, y puso los pies en una mesilla pequeña, quedando sus plantas completamente descubiertas y mirando hacia mí. Fue contundente: ''¿Qué miras? Sigue.'' Y seguí, claro. Esta vez fue más largo, ya que ella empezó a contestar WhatsApps, o eso me imagino, mientras yo lamía. 
Por fin, cuando dejó el móvil sobre el sofá, me dijo que siguiera chupando y que si era consciente de que en la vida iba a lamer algo similar. No hizo falta que respondiera, era una evidencia.

Pasado, como digo, un buen rato, me dijo que quería divertirse y me llevó a su habitación. Allí, me hizo desnudarme y tumbarme boca arriba en su cama. Ató cada una de mis extremidades a cada una de las patas de la cama, y se sentó auditando lo que tenía ahí delante. Decir que me sentía indefenso es quedarse corto. Me hizo decir lo qué sentía y, sinceramente, creo que no dije nada coherente. En fin, doy por hecho que ella está más que acostumbrada a ese tipo de reacciones.

Sorpresa para mí, que aprovechando mi situación, me cogió la cartera (estaba dentro de mi pantalón), y una sonrisa apareció en su tez. Me ''robó''los 300€ en billetes que llevaba, pero en honor a la verdad, diré que si no lo llega a hacer hubiera suplicado que lo hiciera. Me dijo tantas veces que era un perdedor que casi lo digo a la misma vez que ella, haciendo un perfecto efecto estéreo. Recitó las cosas que se iba a comprar con ello y ya, sí que sí, encaró mi vista con la suya, se recostó de medio lado al lado de la cama, y empezó a acariciarme la polla.

Ni que decir tiene que en menos de treinta segundos tenía toda la sangre de mi cuerpo en pocos centímetros cuadrados. Vio que me empezaba a emocionarme demasiado, y ella, dentro de su maldad empática, me dijo: ''aquí eliges tú. O no te corres y estoy así un buen rato, o te corres, acabamos pronto, y para colmo tragas.'' Entiendo que lo lógico era la primera opción, aprovechar cada segundo a su lado... pero no pude aguantar. Elegí mal, y elegí la segunda.

Ella aceleró y en menos de un minuto ya estaba eyaculando. Por si no fuera poco, ella me arruinó el orgasmo, por lo que mi placer fue poco o inexistente. Me recordó lo que había prometido, así que se puso de pie sobre la cama, pasó su pie sobre mi tripa húmeda, y me dio a probar mi semen. No me gusta, no me ha gustado nunca, pero en ese momento pensé que merecía la pena lamer el semen de mil personas a cambio de lamer sus pies.

Cuando ya no había más que darme, me desató, y con desdén me ordenó vestirme. Cuando salí de la habitación, esperaba una despedida ''cercana'', pero nada de eso. Un ''¿a qué esperas para irte?'' y un ''la próxima vez serán 400€, pringado''.

Ya han pasado dos meses de esto, y ya tengo comprado un nuevo billete para Canarias.


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