Fantaseando con Lady Canaria

sábado, noviembre 11, 2017
Un lunes cualquiera.

La verdad es que cuando vi por primera vez a Lady Canaria pensaba que sería la típica niña metida a Ama, ya que cada vez es más frecuente. Supongo que muchos sabéis de lo que hablo.
Tengo la suerte de haber probado con varias Amas y creo que todas se rigen por un patrón. Muchas abusan de ciertas prácticas que, siendo honestos, están trilladas desde los años ochenta.

No me desvío más. Como parte de mi rutina de ''descubrir Amas'', me puse en contacto con Lady Canaria, me enteré que iba a venir a la península y la reté a sesionarme como sumiso. Me veía un poco sobrado, ya que por experiencia voy servido y cubierto.

Ella, supongo que para despistar, me hizo preguntas rutinarias como la edad, estado civil, preferencias dentro del BDSM, etc. Le contesté, como hago siempre, de la manera más detallada posible. He de deciros que gustos, lo que son gustos, podría decir que todos. Me gusta ser feminizado, ser humillado, la tortura genital, etc.

...la tortura genital... en qué momento dije eso.

Miércoles de la semana siguiente.

Vivo solo, tengo un apartamento céntrico en una ciudad que podría ser la tuya, sin alardes pero sin carencias. Como acordamos, ella vino a mi casa, me dio dos besos y empezó de manera empática. Casi podría decir que parecía una colega. Entró, se sentó en el sofá, me pidió una cerveza, y empezamos a hablar de cosas cotidianas. Cabrona ella, estaba creando un clima en el que yo me sentía seguro y más relajado. Luego se aprovecharía de ello.

Tras varias cervezas, cortó de raíz una ''interesantísima'' conversación futbolera en la que yo, como macho cabrío, era el absurdo dominante, y me recordó que le dije que me gustaba la tortura genital y que si estaba seguro. Yo, envalentonado por la experiencia, por las cervezas, y porque con esa confianza que se había fraguado estaba de todo menos acojonado, dije un ''pues claro'' que, ahora mismo, me deja retratado cada vez que lo recuerdo.

Me ordenó desnudarme y ahí me desmontó psicológicamente. Yo de pie, desnudo, y ella en el sofá, birra en mano, sonriendo en una mirada que decía algo así como ''te voy a destrozar''. Cuarto de hora en la que yo iba poniéndome más nervioso y ella más cómoda. Sacó de su bolso unas pinzas y empezó a colocármelas en los huevos, teniendo cuidado de no tocarme el pene, que es lo que a mí me hubiera gustado. El que se haya puesto pinzas alguna vez sabrá que es un dolor soportable, pero ella cogió gomas elásticas pequeñas y las iba poniendo en la parte donde la pinza agarraba la piel, por lo que empezaba a tener menos gracia aquello. Me hizo saber que sabía que eso no dolía inmediatamente, así que me acostumbrara a ello durante un rato. Valiente yo seguía por aquellos entonces.

Volvió a su bolso y sacó 5 velitas de estas pequeñas de base plateada que venden en cualquier Todo a 100 o en el IKEA y las encendió. Ella ya era más de esa casa que yo, así que fue al frigorífico y cogió otra cerveza. Para cuando volvió, casi todo era cera derretida en las velas por lo pequeñas que son. Dicho y hecho. Una a una las fue derramando por mi polla y mis huevos. Nuevamente, lo que es un dolor soportable en estado normal, deja de ser tan soportable cuando tienes pinzas ejerciendo presión en 10 lugares diferentes de tus huevos. Eso ya dolió, y empezaba a asustarme la creatividad de nuestra Lady Canaria.

Volvió a la nevera (cuanta birra bebe esta mujer, pensé), y vino con un montón de hielos y un trapo de cocina. Envolvió los unos en lo otro, me hizo ponerme los calzoncillos, y me metió el trapo helado dentro. Dijo que mi polla se iba a hacer cada vez más pequeña y que al contraerse las pinzas se irían soltando. Acertó, aunque omitió la parte de que las pinzas se irían soltando con un pellizco que ''me cago en todo''.
Pasó un rato, y calzoncillos calados y llenos de una mezcla de pinzas sueltas y de cera sólida desprendida, volví a desnudarme a petición suya.

Imagen: hombre desnudo, de pie, con la polla y los cojones rojísimos por el frío. Bueno, más bien he de decir que era la zona, porque ni me veía al soldado y a sus reclutas. Pensé que ahí acabaría todo porque al fin y al cabo, llevábamos un rato y ya había cubierto expediente.

Yo: ''¿Te vas a ir, no?''
Ella: ''No, mi avión sale mañana, no tengo nada que hacer, y solamente hemos acabado el calentamiento. De hecho, nos vamos a ir de compras.''

No recuerdo si en ese momento me alegré o me acojoné aun más.

Sacó de su bolso papel de lija, me lo metió en unos nuevos calzoncillos que saqué para vestirme, y nos fuimos. Yo, iba andando con dificultad y con las piernas bastante abiertas, pero eso rozaba que era un infierno. Bueno, pues dos horas así (y 200€ gastados en ropa para ella), volvimos a casa. No me dejó desvestirme, me hizo pedir unas pizzas (que obviamente también pagué), y concluida la fase ''compracena'' me volví a desnudar.
Me llevó a la cama, y me cubrió el cuerpo de papel film de cocina, por lo que estaba inmóvil. Ella, con ayuda de unas tijeras, hizo un pequeño corte en la zona de papel film en la que estaba mi polla y la sacó fuera.

Imagen: Yo, tumbado en la cama inmóvil con la polla y los huevos fuera, ella sonriendo como un diablo. Volvió a sacar el bolso (que parecía el bolsillo de Doraemon) y vi aparecer cinta americana. Sí, sí, de esta color plateado que puede sujetar alas a aviones. Empezó a colocarme tiras pequeñas a lo largo de mi polla, y contaba 1, 2 y...

AU. POR DIOS, QUÉ DOLOR.

Mi polla ya estaba casi en carne viva, con pequeñas zonas quemadas por la lija que había llevado antes, pero eso era insufrible. Claro, cuanto más me dolía a mí, más le gustaba a ella, que repitió el proceso por los huevos. De hecho, hubo un momento que pensaba que me desmallaba y ella me consoló diciendo que me estaba portando bien y que si seguía así me haría una paja al final. Buenas noticias por fin, ¿no?

En ese momento empezó a acariciarme la polla y empecé a empalmarme. Creía que llegaba el momento de la paja, pero con ayuda de unas bridas, me hizo tener la polla llena de sangre, marcando venas, e imposibilitando que bajara la erección. Doler, no dolió, pero mentalmente no sabéis lo que es la sensación de ''vamos, sigue tocando, pajéame, joder'' y ver que ella pasa de mi.

Sacó su móvil he hizo unas fotos para su colección. Aprovechó para enseñarme un montón de fotos de pollas torturadas que ella misma había hecho. Vaya, pues que sí controlaba del tema y yo confiado una semana antes. Ante mi erección, volvió a coger un poco del papel de lija y lo pasó con maestría por mi capullo. Recuerdo que en el momento me dolió una soberana barbaridad, pero sin embargo me encantaría que me lo volvieran a hacer. Qué cosas...

Ya una vez quitadas las bridas y el film de cocina, me hizo ponerme de rodillas al lado del radiador. Con la ayuda de otra brida, rodeó mi polla y mis cojones a la vez, y esa brida la ató con una cadena al mencionado radiador. Para el que se lo esté preguntando: no, la brida no se podía quitar si no me amputaba la polla y la cadena estaba con candado. Pero parecía que venía lo bueno.

-Ella: ¿Te he prometido algo antes, no?

Y empezó. Nunca me habían hecho una paja mejor. Cambiando de ritmo, cambiando el movimiento de la muñeca... una auténtica pasada. Ni que decir tiene que tardé en correrme 1 minuto.

FIN.

No, ahora vino lo peor.

Vuelta a la cocina, la veo aparecer con una botella de agua que guardo en el frigorífico. Sacó pasta de dientes extra-menta y me embadurnó la polla con ella. Una vez empapada, empezó a dejar caer el agua helada sobre mi polla pastosa. EL INFIERNO. Si alguien que esté leyendo esto tiene dos pelotas bien puestas, que lo pruebe.

Por descontado que no tenía a mano papel, toalla, o ropa con la que limpiarme. Yo y mi dolor. Mi tortura genital que ''tanto me gustaba''. Dijo que o le pagaba ya y buena cantidad, o que lo de ahora no habría sido nada en comparación con lo que vendría.
No sé si es porque ya me había corrido o porque me acojoné viendo la maestría de nuestra Lady, pero le dije donde tenía el dinero y ella lo cogió. Me mandó callarme, se acostó en mi cama y yo tuve que dormir en el suelo, con la polla reventada, con cientos de euros menos, y sin poder aliviar ese escozor ardiente que tenía.

Por la mañana, ella ya no estaba, y mejor no os cuento como conseguí salir de mi atadura, pero si os puedo decir que tengo claras dos cosas.

1 – que no voy a follar en meses.
2 – que, aunque fue una experiencia dolorosa, estuvo tan cargada de morbo y ella es tan PERFECTA, que espero repetir pronto, aunque me cueste aquello de lo que tanto fardo.

...porque somos todos muy machos, hasta que nos cruzamos con una diosa de verdad.


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